Fortaleza, Admiración y Amor
Cuando tenía 2 años, mi mamá me dijo con lágrimas en los ojos, que iba a tener un hermano. Yo no recuerdo absolutamente nada de esta escena, obviamente, pero supongo que fue con lágrimas en los ojos porque conozco esas reacciones en mi mamá.
Recuerdo que cuando mi hermana nació y tenía solo unos meses, despertaba muy temprano en fin de semana, hablamos de antes de las 7 de la mañana en domingo, y para que no despertara a mis papás, como podía la bajaba de su cuna, me la cargaba, y la llevaba hasta un sillón que tenía doble función: como aquella casa era mas pequeña que las de Playmobil, el sillón de día era parte de la sala, de noche o como en estos casos, muy temprano por la mañana, se giraba 180 grados y era inaugurado el cuarto de televisión.
Como ninguno de los dos mini-chamacos sabíamos leer la hora, pero veíamos que ya había salido el sol, prendía la Televisión y buscaba mover la perilla de esta hasta donde yo recordaba que se veía el programa que buscaba cada domingo: Chabelo.
Obviamente, como no eran las 7 aún, no había señal, solo lo que le llaman “lluvia”. Y para que mi hermana no se pusiera inquieta, le daba galletas y lo que fuera con tal de que no hiciera ruido y se entretuviera. Hasta que empezaba el programa y entonces ambos nos entreteníamos hasta que alguno de mis papás saliera para preparar el desayuno.
Cuando ella tenía como 5 años, mi papá contrató por primera vez el teléfono de la casa, y mi hermana fue feliz. Asi como era también feliz con el simple hecho de escalar una “gran” tortuga de piedra que estaba en un parque a 3 calles de mi casa, la cual medía no más de 50 cms de alto, pero para ella era tal el logro, que en las 4 horas que mi mamá nos podía llevar a ese parque, y mientras yo subía y bajaba en el resto de las figuras como rinocerontes, camellos, caballos y no recuerdo que mas, ella estaba tirada de panza en el caparazón de la tortuga, nunca supe si era porque no podía bajarse, o porque seguía celebrando semejante hazaña.
Como ella y yo éramos sumamente diferentes en cuanto a gustos, carácter y aptitudes, tuvimos muchos problemas para congeniar y para poder ponernos de acuerdo en algún juego en común. Cuando regresamos de unas largas vacaciones por algunas playas, y ella tenía 12 años recién cumplidos, tuvo una fuerte insolación, traducida después a una infección en la garganta y derivada al final en una espantosa Meningitis. Estuvo en coma diabético 3 días y todos la dábamos por muerta. Incluso recuerdo que mi mamá llevó un sacerdote para impartirle el sacramento de los Santos Óleos. Después del 3er día, sin dar ninguna señal previa, despertó, y aunque no conocía a nadie excepto a mi mamá, sabíamos que estaba viva y que venía un proceso lento de recuperación. Tuvo que aprender de nueva cuenta todo, desde nuestros nombres, pasando por leer, hasta llegar nuevamente al 6to de primaria para que pudiera empezar su secundaria de la forma más normal posible.
Así es como vivió su adolescencia, con una baja notable en su visibilidad como única secuela y por lo cual usa unos lentes permanentemente. Nada más. Por lo demás era una niña normal, eso si, consentida en exceso por todos por lo que la enfermedad provocó. Tal vez ese consentimiento excesivo para mi gusto, es lo que la ha hecho ser la mujer tierna y cariñosa que ahora es y que todo el mundo adora. Me incluyo.
Hace algunos meses, unos 9 para ser exactos, me llamó a mi celular, cosa que es muy rara y me dijo que tenía algo que decirme y que necesitaba mi ayuda. Iba a ser tío y la ayuda era para tratar de calmar la jauría rabiosa que había en casa. Me sorprendió la entereza y valentía con la que afrontó la situación y yo lo único que hice fue de verdad tratar de calmar los ánimos en casa y proponer una solución viable para todos, pero sobre todo para ella y su bebé que apenas venía.
El pasado 28 de Enero, a las 7.10 de la mañana, me volvió a sorprender la entereza con la que afrontó este gran cambio en su vida y llegó su hijo. Un precioso chamaco de 3.110 Kgs de peso y 50 cms de largo.
Definitivamente mi hermana tuvo la capacidad de cambiar la vida de todos en un ratito, como ya lo había hecho desde que nació y a lo largo de su vida. Probablemente nunca se lo propuso pero si que lo ha logrado. Ahora veo a mi hermanita como toda una mujer, con un hijo a su lado y con una mirada hacia el que nos hace a todos asomar una de cocodrilo. Yo no soy ningún expresivo con mis sentimientos y mucho menos hacia ella. Válgase pues de este pequeño post, como homenaje, agradecimiento y mi mas grande amor fraternal a la única y mejor hermana que tengo, y que lo ha demostrado con su fortaleza, valentía y coraje para afrontar las peores situaciones que una niñita “debil” podría tener enfrente.
Te adoro.
Recuerdo que cuando mi hermana nació y tenía solo unos meses, despertaba muy temprano en fin de semana, hablamos de antes de las 7 de la mañana en domingo, y para que no despertara a mis papás, como podía la bajaba de su cuna, me la cargaba, y la llevaba hasta un sillón que tenía doble función: como aquella casa era mas pequeña que las de Playmobil, el sillón de día era parte de la sala, de noche o como en estos casos, muy temprano por la mañana, se giraba 180 grados y era inaugurado el cuarto de televisión.
Como ninguno de los dos mini-chamacos sabíamos leer la hora, pero veíamos que ya había salido el sol, prendía la Televisión y buscaba mover la perilla de esta hasta donde yo recordaba que se veía el programa que buscaba cada domingo: Chabelo.
Obviamente, como no eran las 7 aún, no había señal, solo lo que le llaman “lluvia”. Y para que mi hermana no se pusiera inquieta, le daba galletas y lo que fuera con tal de que no hiciera ruido y se entretuviera. Hasta que empezaba el programa y entonces ambos nos entreteníamos hasta que alguno de mis papás saliera para preparar el desayuno.
Cuando ella tenía como 5 años, mi papá contrató por primera vez el teléfono de la casa, y mi hermana fue feliz. Asi como era también feliz con el simple hecho de escalar una “gran” tortuga de piedra que estaba en un parque a 3 calles de mi casa, la cual medía no más de 50 cms de alto, pero para ella era tal el logro, que en las 4 horas que mi mamá nos podía llevar a ese parque, y mientras yo subía y bajaba en el resto de las figuras como rinocerontes, camellos, caballos y no recuerdo que mas, ella estaba tirada de panza en el caparazón de la tortuga, nunca supe si era porque no podía bajarse, o porque seguía celebrando semejante hazaña.
Como ella y yo éramos sumamente diferentes en cuanto a gustos, carácter y aptitudes, tuvimos muchos problemas para congeniar y para poder ponernos de acuerdo en algún juego en común. Cuando regresamos de unas largas vacaciones por algunas playas, y ella tenía 12 años recién cumplidos, tuvo una fuerte insolación, traducida después a una infección en la garganta y derivada al final en una espantosa Meningitis. Estuvo en coma diabético 3 días y todos la dábamos por muerta. Incluso recuerdo que mi mamá llevó un sacerdote para impartirle el sacramento de los Santos Óleos. Después del 3er día, sin dar ninguna señal previa, despertó, y aunque no conocía a nadie excepto a mi mamá, sabíamos que estaba viva y que venía un proceso lento de recuperación. Tuvo que aprender de nueva cuenta todo, desde nuestros nombres, pasando por leer, hasta llegar nuevamente al 6to de primaria para que pudiera empezar su secundaria de la forma más normal posible.
Así es como vivió su adolescencia, con una baja notable en su visibilidad como única secuela y por lo cual usa unos lentes permanentemente. Nada más. Por lo demás era una niña normal, eso si, consentida en exceso por todos por lo que la enfermedad provocó. Tal vez ese consentimiento excesivo para mi gusto, es lo que la ha hecho ser la mujer tierna y cariñosa que ahora es y que todo el mundo adora. Me incluyo.
Hace algunos meses, unos 9 para ser exactos, me llamó a mi celular, cosa que es muy rara y me dijo que tenía algo que decirme y que necesitaba mi ayuda. Iba a ser tío y la ayuda era para tratar de calmar la jauría rabiosa que había en casa. Me sorprendió la entereza y valentía con la que afrontó la situación y yo lo único que hice fue de verdad tratar de calmar los ánimos en casa y proponer una solución viable para todos, pero sobre todo para ella y su bebé que apenas venía.
El pasado 28 de Enero, a las 7.10 de la mañana, me volvió a sorprender la entereza con la que afrontó este gran cambio en su vida y llegó su hijo. Un precioso chamaco de 3.110 Kgs de peso y 50 cms de largo.
Definitivamente mi hermana tuvo la capacidad de cambiar la vida de todos en un ratito, como ya lo había hecho desde que nació y a lo largo de su vida. Probablemente nunca se lo propuso pero si que lo ha logrado. Ahora veo a mi hermanita como toda una mujer, con un hijo a su lado y con una mirada hacia el que nos hace a todos asomar una de cocodrilo. Yo no soy ningún expresivo con mis sentimientos y mucho menos hacia ella. Válgase pues de este pequeño post, como homenaje, agradecimiento y mi mas grande amor fraternal a la única y mejor hermana que tengo, y que lo ha demostrado con su fortaleza, valentía y coraje para afrontar las peores situaciones que una niñita “debil” podría tener enfrente.
Te adoro.