Re-descubriendo...
De verdad que da mucho coraje darse cuenta que cuando por fin se tiene la oportunidad de escribir, simplemente las ideas ya se fueron para otro lado. Es una pena que cuando hay toda una avalancha de nuevas cosas por plasmar, simplemente no hay medios disponibles para hacerlo. Y la gracia se perdió. Haremos un esfuerzo por recuperar ese grado de inspiración que me invadió el día de ayer, pero que por motivos personales, tuve que reprimir y hacer válidos hasta este mismo momento. Veamos:
Resulta que hace algunos ayeres, una personita, muy, pero muy querida para mi (a quien hacia sus fríos y Canadienses aposentos le mando un enorme abrazo) me enseñó algo muy cierto: “para desnudar el cuerpo, primero hay que desnudar el alma”. Nada más utópico, romántico, y satisfactorio que esta sentencia. No voy a decir mayores detalles pero yo he probado esta teoría de varias maneras, en especial con una persona que merece todo mi respeto, admiración y cariño.
Hay días en los que todas las ideas andan por ahí revoloteando en la cabeza y solo hay que aplacarlas en un lugar, y encontrar la secuencia para no perder ningún detalle. Hay días en los que algo tan desconocido, inesperado y ajeno, se convierte, en 3 minutos y para siempre en algo familiar, reconfortante y hasta lo haces propio. Hay ocasiones en los que la cantidad y calidad de las enseñanzas recibidas en un lapso lamentablemente corto de tiempo son tales, que cerebro no responde a ningún otro estímulo por 2 días completos tratando de retenerlas todas y cada una de ellas. Tratar de ponerlas todas en orden equivale a poner todas las aves de una parvada en una “caja en forma de jaula” para que las puedas ver y que no se te escape ninguna.
Cosas tan simples para muchos pero tan complicadas para otros tantos como el concepto de izquierda y derecha, llevado a la práctica en una visita guiada por la ciudad como dar vuelta hacia “tu” lado (derecho, o el del copiloto), o hacia “mi” lado (izquierdo, o el del conductor). Cosas tan complicadas como el decidir con quien se quiso haber compartido un plan de vida, con quién se debió haber compartido ese plan de vida y con quien se terminó haciéndolo.
Cosas tan reconfortantes como compartir un desayuno, como aprender a tomar una llamada con una sonrisa por el simple hecho de que quien está al otro lado de la línea, puede darse cuenta de ello, como tomar el mismo libro de un librero donde hay otros 2000 y percibir además el mismo gusto por él.
Cosas tan gratificantes como pasar 4 horas de tu vida perdido en una dimensión completamente desconocida, pero a la vez tan familiar. Aprender detalles tan insignificantes y a la vez tan importantes como el coincidir en conceptos sobre familia, trabajo y gustos comunes. Darse cuenta que una mirada en verdad dice mas que mil palabras, y que con solo una mirada puedes darte cuenta de la sinceridad, belleza, lucidez, bondad y honestidad de la persona a tu lado, y tener en mente, única y exclusivamente un “gracias por permitirme contemplar esto que equivale a un amanecer en una playa”. Esta mirada combinada con una sonrisa, equivalen a placeres que no tienen comparación en este mundo de mortales.
Escuchar historias verdaderamente sacadas del libro más escabroso de un estante, y hacerlas tan tuyas como de la persona que las está contando. Darte cuenta que todos, conciente o inconscientemente vivimos una doble vida, y que existen personas que de verdad hacen un arte de esto, porque además de ello, ambos personajes que coexisten en un solo cuerpo, son simplemente mágicos y verdaderamente te hacen pensar que la vida tiene tantas bellas sorpresas, que te sientes como un niño en juguetería con 4 horas para tomar lo que desees y hacerlo tuyo.
Quedar tan marcado por ciertas personas, que simplemente tu mismo, aunque el resto del mundo no lo note (cosa que no tiene la menor importancia) ya no serás la misma persona por el simple hecho de volver algo ajeno en algo propio, algo como un par de bellos ojos y unas cuantas carcajadas sinceras. Es como un tatuaje en una parte del cuerpo que ni tu propia pareja encontrará jamás, pero que tu sabes que ahí está, tan tuyo, tan importante, tan bello, que no te desharás jamás de él.
La sensación de encontrarte con personas de estas características la comparo con el hecho de recibir un CD grabado por alguien. Si no sabes el contenido del CD, probablemente descubrirás como mínimo agradables sorpresas, o descubrirás que todo el contenido es simplemente sublime. Si supieras todo o parte del contenido, desde antes de escucharlo, muy probablemente emitirías un juicio previo que también, muy probablemente sería erróneo.
Es el perfume “afrodisíaco” de un tono de voz que no te dejará de dar de vueltas por mucho tiempo y que quisieras volver a sentir en el rostro cada vez que tengas oportunidad.
Es el hecho de presenciar el “desnudar un alma antes que un cuerpo”, inclusive, excluyendo la “actividad física vigorosa”. No porque no sea importante, sino porque en ese momento mágico, no es la razón del encuentro. La verdadera razón es descubrir que detrás de un bello rostro, se guarda un alma verdaderamente maravillosa.
He tenido ese placer, y no lo cambio por nada. Es más, si la vida me da la oportunidad de repetirlo, lo haré sin pensarlo.
Resulta que hace algunos ayeres, una personita, muy, pero muy querida para mi (a quien hacia sus fríos y Canadienses aposentos le mando un enorme abrazo) me enseñó algo muy cierto: “para desnudar el cuerpo, primero hay que desnudar el alma”. Nada más utópico, romántico, y satisfactorio que esta sentencia. No voy a decir mayores detalles pero yo he probado esta teoría de varias maneras, en especial con una persona que merece todo mi respeto, admiración y cariño.
Hay días en los que todas las ideas andan por ahí revoloteando en la cabeza y solo hay que aplacarlas en un lugar, y encontrar la secuencia para no perder ningún detalle. Hay días en los que algo tan desconocido, inesperado y ajeno, se convierte, en 3 minutos y para siempre en algo familiar, reconfortante y hasta lo haces propio. Hay ocasiones en los que la cantidad y calidad de las enseñanzas recibidas en un lapso lamentablemente corto de tiempo son tales, que cerebro no responde a ningún otro estímulo por 2 días completos tratando de retenerlas todas y cada una de ellas. Tratar de ponerlas todas en orden equivale a poner todas las aves de una parvada en una “caja en forma de jaula” para que las puedas ver y que no se te escape ninguna.
Cosas tan simples para muchos pero tan complicadas para otros tantos como el concepto de izquierda y derecha, llevado a la práctica en una visita guiada por la ciudad como dar vuelta hacia “tu” lado (derecho, o el del copiloto), o hacia “mi” lado (izquierdo, o el del conductor). Cosas tan complicadas como el decidir con quien se quiso haber compartido un plan de vida, con quién se debió haber compartido ese plan de vida y con quien se terminó haciéndolo.
Cosas tan reconfortantes como compartir un desayuno, como aprender a tomar una llamada con una sonrisa por el simple hecho de que quien está al otro lado de la línea, puede darse cuenta de ello, como tomar el mismo libro de un librero donde hay otros 2000 y percibir además el mismo gusto por él.
Cosas tan gratificantes como pasar 4 horas de tu vida perdido en una dimensión completamente desconocida, pero a la vez tan familiar. Aprender detalles tan insignificantes y a la vez tan importantes como el coincidir en conceptos sobre familia, trabajo y gustos comunes. Darse cuenta que una mirada en verdad dice mas que mil palabras, y que con solo una mirada puedes darte cuenta de la sinceridad, belleza, lucidez, bondad y honestidad de la persona a tu lado, y tener en mente, única y exclusivamente un “gracias por permitirme contemplar esto que equivale a un amanecer en una playa”. Esta mirada combinada con una sonrisa, equivalen a placeres que no tienen comparación en este mundo de mortales.
Escuchar historias verdaderamente sacadas del libro más escabroso de un estante, y hacerlas tan tuyas como de la persona que las está contando. Darte cuenta que todos, conciente o inconscientemente vivimos una doble vida, y que existen personas que de verdad hacen un arte de esto, porque además de ello, ambos personajes que coexisten en un solo cuerpo, son simplemente mágicos y verdaderamente te hacen pensar que la vida tiene tantas bellas sorpresas, que te sientes como un niño en juguetería con 4 horas para tomar lo que desees y hacerlo tuyo.
Quedar tan marcado por ciertas personas, que simplemente tu mismo, aunque el resto del mundo no lo note (cosa que no tiene la menor importancia) ya no serás la misma persona por el simple hecho de volver algo ajeno en algo propio, algo como un par de bellos ojos y unas cuantas carcajadas sinceras. Es como un tatuaje en una parte del cuerpo que ni tu propia pareja encontrará jamás, pero que tu sabes que ahí está, tan tuyo, tan importante, tan bello, que no te desharás jamás de él.
La sensación de encontrarte con personas de estas características la comparo con el hecho de recibir un CD grabado por alguien. Si no sabes el contenido del CD, probablemente descubrirás como mínimo agradables sorpresas, o descubrirás que todo el contenido es simplemente sublime. Si supieras todo o parte del contenido, desde antes de escucharlo, muy probablemente emitirías un juicio previo que también, muy probablemente sería erróneo.
Es el perfume “afrodisíaco” de un tono de voz que no te dejará de dar de vueltas por mucho tiempo y que quisieras volver a sentir en el rostro cada vez que tengas oportunidad.
Es el hecho de presenciar el “desnudar un alma antes que un cuerpo”, inclusive, excluyendo la “actividad física vigorosa”. No porque no sea importante, sino porque en ese momento mágico, no es la razón del encuentro. La verdadera razón es descubrir que detrás de un bello rostro, se guarda un alma verdaderamente maravillosa.
He tenido ese placer, y no lo cambio por nada. Es más, si la vida me da la oportunidad de repetirlo, lo haré sin pensarlo.