Mi Abuelo
Fue por ahí de 1934 (creo) que inició esta historia... Imagínense un mocoso de 19 años, aprendiz de mecánico, eléctrico, soldador y de lo que cayera (había que comer no?), cuyos recursos ascendían a el traje puesto y algunos centavos para el café en la muy bella y querida ciudad de Córdoba, Veracruz. De repente el conocer a una bella doncella de dulces 16 la cual venía de una familia que PRETENDIA ser adinerada pero valiéndose de los dotes de las demás hermanas doncellas para ver que incauto caía y así levantar el nombre y prestigio de las “Espejo Loyo”, significó para él y para su futuro todo su objetivo. Y de repente sin mayor aviso el flechazo, el cortejo, la cercanía, las primeras “platicaditas” y aquel “mozuelo” se decide a hacerla su novia y sin más ni más a pedirle que se matrimoniaran.
Si los archivos históricos de la ciudad de Córdoba marcan en esos años una revuelta impresionante capaz de levantar masas en armas y de buscar cualquier pretexto para bronca, seguramente el nombre de mi Bisabuela aparecería, la mamá de mi abuela, la mamá de mi mamá, o Doña Eduwiges. Quien según referencias muy cercanas (yo no la conocí, al menos no conciente) era una mujer de armas tomar y de muy pocas pulgas. Y para las pulgas de esta santa señora fue el acabose el que aquel “indisuelo” como solía dirigirse despectivamente a los pretendientes non-gratos de mi abuela y sus hermanas, se atreviera siquiera a mirar a su hija mayor. Y fue ahí el detonador del valor de “El Chulo” (como le apodaban) y valiéndole muy poco la opinión de toda la familia política que se echaría encima, fue a “robarse” a la susodicha.
De ahí a correr al Registro Civil donde ya los esperaban un par de “julanos” que fungirían de testigos y el juez, cuya única labor fue leer todo ese palabrerío que se dice en las bodas civiles y dar por válido aquel matrimonio. Al salir del registro civil vinieron las preguntas normales: “¿Y ahora qué sigue?”, “¿Dónde vamos a vivir?”. Y pues como Don Ricardo (como hoy en día se le conoce) tenía hermanas y hermanos por doquier, gracias al don y mote de mi Bisabuelo de “Picaflor”, fue a depositar a su flamante nueva esposa a la Fonda de una de ellas (Celia creo que se llamaba) mientras el se iba a conseguir “pa la papa”.
Como es costumbre entre la gente mayor de Córdoba, no puede faltar por ahí de la una de la tarde de todos los días (como cuando dan las 5 en Londres) la hora del café. Así que Don Ricardo se dirigió a los portales a tomarse su respectivo, no sin antes guardar en la solapa de su saco lo que en minutos más sería su salvación de la cárcel. Al estar ahí deleitándose, llegó su nueva “suegra” (mi ya citada bisabuela) , acompañada de un par de gendarmes y una demanda por secuestro. Señalando a mi abuelo les ordena a los “macanudos” que detengan a ese sujeto, el cual, se levanta de su silla muy tranquilamente, se lleva la mano a la solapa del saco y muy serenamente les muestra a los gendarmes su nueva acta de matrimonio, y les dice que su “esposa” se encuentra en su casa sana y salva. Al ver esto, los policías no tienen otra opción más que dejar tranquilo a mi abuelo y cancelar aquella demanda por secuestro ya que no existía tal. Y mi bisabuela vivió emberrinchada hasta que murió.
Ahí fue cuando empezó la historia de un matrimonio que ha durado a la fecha aproximadamente 70 años. Y digo aproximadamente porque a estas alturas ni ellos se acuerdan exactamente de cuantos años tienen juntos. 8 hijos, 2 finados, como 40 nietos, y lo mismo, ni ellos saben cuántos tienen porque algunos de sus hijos no han dado al día de hoy la cuenta exacta de cuántos hijos tienen y una bola de historias y anécdotas que al día de hoy todavía son un deleite escuchar.
Tal vez lo más importante profesionalmente hablando que él ha logrado han sido 30 años de servicio docente en la E.S.B.A.O. en Córdoba (con su respectivo homenaje), después de haber peregrinado en cuanto taller mecánico y de herrería y soldadura que se encontró. Pero eso no es lo más importante ni para resaltarlo. Lo que para mí ha sido importante es que desde que tengo uso de razón, el ha sido sinónimo de risas, buenos momentos, historias fantásticas, canciones, bromas, albures, consejos y sobre todo de paz y tranquilidad para mi. El entrar a su casa desde niño ha significado el tiempo libre aprovechado y disfrutado que en mi casa (o de mis papás) no ha sido. Y no es reproche para nadie, aclaro, sino que si es una marcada diferencia de la atmósfera que rodea ese lugar. Para mi el es la persona que me ha significado la mayor tranquilidad y sinónimo de un tiempo feliz desde niño. Al día de hoy él significa una muy buena parte de la razón para ir a Córdoba. Incluso él y yo tenemos una conexión especial que el resto de la familia ha notado grandemente y que estoy seguro que muchos envidian aunque no lo digan.
Definitivamente una de las cosas que en este mundo me dan más miedo es su ausencia, la cual aunque es natural que llegue, espero que de verdad tarde mucho. La sensación de vacío será muy grande y casi imposible de llenar. Este es un pequeño homenaje al hombre que para muchos puede ser uno más de la familia, para mí es el pilar principal y con quien tengo un lazo especial que no tendré jamás con nadie. Gracias abuelo por ser ese abuelo que a todo mundo le desearía que tuviera pero que yo soy el suertudo de tener. Siempre serás ese gran hombre.
Si los archivos históricos de la ciudad de Córdoba marcan en esos años una revuelta impresionante capaz de levantar masas en armas y de buscar cualquier pretexto para bronca, seguramente el nombre de mi Bisabuela aparecería, la mamá de mi abuela, la mamá de mi mamá, o Doña Eduwiges. Quien según referencias muy cercanas (yo no la conocí, al menos no conciente) era una mujer de armas tomar y de muy pocas pulgas. Y para las pulgas de esta santa señora fue el acabose el que aquel “indisuelo” como solía dirigirse despectivamente a los pretendientes non-gratos de mi abuela y sus hermanas, se atreviera siquiera a mirar a su hija mayor. Y fue ahí el detonador del valor de “El Chulo” (como le apodaban) y valiéndole muy poco la opinión de toda la familia política que se echaría encima, fue a “robarse” a la susodicha.
De ahí a correr al Registro Civil donde ya los esperaban un par de “julanos” que fungirían de testigos y el juez, cuya única labor fue leer todo ese palabrerío que se dice en las bodas civiles y dar por válido aquel matrimonio. Al salir del registro civil vinieron las preguntas normales: “¿Y ahora qué sigue?”, “¿Dónde vamos a vivir?”. Y pues como Don Ricardo (como hoy en día se le conoce) tenía hermanas y hermanos por doquier, gracias al don y mote de mi Bisabuelo de “Picaflor”, fue a depositar a su flamante nueva esposa a la Fonda de una de ellas (Celia creo que se llamaba) mientras el se iba a conseguir “pa la papa”.
Como es costumbre entre la gente mayor de Córdoba, no puede faltar por ahí de la una de la tarde de todos los días (como cuando dan las 5 en Londres) la hora del café. Así que Don Ricardo se dirigió a los portales a tomarse su respectivo, no sin antes guardar en la solapa de su saco lo que en minutos más sería su salvación de la cárcel. Al estar ahí deleitándose, llegó su nueva “suegra” (mi ya citada bisabuela) , acompañada de un par de gendarmes y una demanda por secuestro. Señalando a mi abuelo les ordena a los “macanudos” que detengan a ese sujeto, el cual, se levanta de su silla muy tranquilamente, se lleva la mano a la solapa del saco y muy serenamente les muestra a los gendarmes su nueva acta de matrimonio, y les dice que su “esposa” se encuentra en su casa sana y salva. Al ver esto, los policías no tienen otra opción más que dejar tranquilo a mi abuelo y cancelar aquella demanda por secuestro ya que no existía tal. Y mi bisabuela vivió emberrinchada hasta que murió.
Ahí fue cuando empezó la historia de un matrimonio que ha durado a la fecha aproximadamente 70 años. Y digo aproximadamente porque a estas alturas ni ellos se acuerdan exactamente de cuantos años tienen juntos. 8 hijos, 2 finados, como 40 nietos, y lo mismo, ni ellos saben cuántos tienen porque algunos de sus hijos no han dado al día de hoy la cuenta exacta de cuántos hijos tienen y una bola de historias y anécdotas que al día de hoy todavía son un deleite escuchar.
Tal vez lo más importante profesionalmente hablando que él ha logrado han sido 30 años de servicio docente en la E.S.B.A.O. en Córdoba (con su respectivo homenaje), después de haber peregrinado en cuanto taller mecánico y de herrería y soldadura que se encontró. Pero eso no es lo más importante ni para resaltarlo. Lo que para mí ha sido importante es que desde que tengo uso de razón, el ha sido sinónimo de risas, buenos momentos, historias fantásticas, canciones, bromas, albures, consejos y sobre todo de paz y tranquilidad para mi. El entrar a su casa desde niño ha significado el tiempo libre aprovechado y disfrutado que en mi casa (o de mis papás) no ha sido. Y no es reproche para nadie, aclaro, sino que si es una marcada diferencia de la atmósfera que rodea ese lugar. Para mi el es la persona que me ha significado la mayor tranquilidad y sinónimo de un tiempo feliz desde niño. Al día de hoy él significa una muy buena parte de la razón para ir a Córdoba. Incluso él y yo tenemos una conexión especial que el resto de la familia ha notado grandemente y que estoy seguro que muchos envidian aunque no lo digan.
Definitivamente una de las cosas que en este mundo me dan más miedo es su ausencia, la cual aunque es natural que llegue, espero que de verdad tarde mucho. La sensación de vacío será muy grande y casi imposible de llenar. Este es un pequeño homenaje al hombre que para muchos puede ser uno más de la familia, para mí es el pilar principal y con quien tengo un lazo especial que no tendré jamás con nadie. Gracias abuelo por ser ese abuelo que a todo mundo le desearía que tuviera pero que yo soy el suertudo de tener. Siempre serás ese gran hombre.
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